Libros de cuentos, disfraces, masas de colores… son lindos regalos para una nena en su cumpleaños de 5. Pero no hay papel suficiente para envolver el regalo que recibió una niña de Villa Regina en ese día especial: la sentencia que le aseguró, para siempre, su derecho a vivir y a desarrollarse en una familia que la cuide y que cubra sus necesidades afectivas y materiales, algo que no había tenido antes.
El proceso de adopción unió a esta niña con una familia de otra ciudad del Alto Valle, integrada por una mamá, un papá, un hijo menor y dos hijos mayores que ya no conviven con ellos porque están estudiando. Los cinco “se han comportado de manera flexible para poder compartir espacios con la niña durante el proceso de vinculación con el objetivo de afianzar el vínculo con ella”, destacó la sentencia de adopción plena. El fallo, además, le otorgó a la niña sus nuevos apellidos.
El matrimonio adoptante estaba inscripto desde abril de 2023 en el Registro Único de Aspirantes a Guarda con Fines Adoptivos de Rio Negro (RUAGFA). Habían participado de los encuentros informativos que brinda el organismo, habían presentado toda su documentación y habían mantenido entrevistas con el Equipo Técnico. Deseaban estar preparados en todo sentido para recibir a un nuevo hijo o hija y por eso también hacían terapia familiar y participaban de distintos talleres y propuestas del Registro.
En agosto de 2023 el Juzgado de Familia de Villa Regina lanzó la convocatoria pública de adopción para la pequeña niña, quien presenta una discapacidad que implica dificultades en la movilidad, el habla y el lenguaje. Ella llevaba tiempo viviendo en una institución a raíz de la falta de cuidados en su familia de origen. Enseguida el matrimonio completó el formulario de la convocatoria y comenzó el proceso. Al mes siguiente se conocieron. Al poco tiempo comenzaron las visitas, cada vez más seguidas y prolongadas. “Teníamos la necesidad de contar con más días en la semana para pasar juntos, dado que ante la ausencia se notaba un cambio en el humor o ánimo de ella y en nuestro hogar comenzamos a extrañarla demasiado”, recordaron después la mamá y el papá adoptivos en una entrevista con el equipo técnico del Juzgado.
El anhelo mutuo se hizo realidad y en diciembre pasado la jueza de Familia de Villa Regina dispuso la guarda con fines de adopción. La niña comenzó a convivir con la familia, pasó el verano, comenzó el jardín y continuó con todos los tratamientos y estímulos para su salud. No fueron meses fáciles. La jueza recordó que la familia pudo reconocer, resolver y revertir las primeras crisis de convivencia con ayuda de un terapeuta y que la discapacidad de la niña fue más “un desafío en la mirada de los demás” que hacia el interior del grupo familiar. La dinámica generada entre la niña y su hermanito (quien hasta entonces había sido el menor de la familia) fue de gran ayuda para esa convivencia, porque él “tiene una mirada y una conexión distinta con ella” que le permite comprender y decodificar ante los adultos ciertas necesidades puntuales de la niña.
Desde aquella vinculación sólo hubo avances positivos en la niña. Los detallaron las profesionales del Equipo Técnico del juzgado, su psicomotricista, su fonoaudióloga, la dirección del jardín de infantes, su acompañante terapéutica y su maestra de apoyo. Ven “una crianza proactiva, creativa y adecuada”, “respuestas más asertivas por parte de la niña”, “mayores y mejores interacciones”, “muestras de afecto” con la seño y los compañeros del jardín, “mayor equilibrio y estabilidad en su marcha”, “mayor intención comunicativa” y la pronunciación de sus primeras palabras. Una de ellas es “mamá”.